
Amado señor mío, te pido profundas gracias por las horas de dicha que he vivido el día de hoy y te elogio por la protección que me has brindado en estos momentos.
Levanto mi voz al cielo para que siga el resto del día bajo tu manto y que nada malo me ocurra de aquí hasta que mi cuerpo descanse.
Seguiré siempre con mi fe puesta en tu nombre y en tus manos encomiendo mi alma.
Amén.